martes, 15 de septiembre de 2009

Dignificar Lo Femenino

Dignificar lo femenino

la nuestra es una cultura, por lo que la realidad nos muestra, de seres masculinizados a la fuerza; de seres compulsivamente masculinos que se transforman así en una caricatura enferma y vulnerable de lo masculino.
esta valiosa energía que nos habla de potencia, avance, movilidad, heroísmo y dirigencia, bastardeada se transforma en una fuerza destructiva que impregna malsanamente a nuestra política, ciencia, tecnología, justicia, educación y medio ambiente, influirá de un modo letal en el planeta y futuras generaciones.
Hay corrientes de pensamiento que buscan la libre expresión de aquello de femenino existente en todos los seres humanos y no sólo en las mujeres, aquello de maternal, de cuidado, respeto y amabilidad con el entorno.
Una cultura que dignifique lo femenino, sacralizará la vida y la muerte digna y no la del miedo, del despropósito y el escarnio que vomitan nuestros días.
El injusto segundo plano adjudicado a esa energía que se fundamenta en la vida y el amor, no sólo ha perjudicado al planeta sino también al ser humano como ser entero.
Algunas mujeres, como impulsadas por alguna sutil ley de supervivencia de esa fuerza que las identifica, ante tantos hechos atentatorios han tenido que revolucionar sus actitudes y comprometerse con los hechos y buscar respuestas para que la vida sea posible de alguna manera.
En nuestro país las mujeres con su maternidad lacerada, ante situaciones desprolijas, violatorias del equilibrio y ante todo aquello que es atropellado, avasallado por un poder ciego e insensible han salido a dar el cuerpo, dejando de lado el temor y las dudas en defensa de todo aquello que es caro a sus afectos. Para ello se han agrupado o han crecido individualmente, algunas dejando por primera vez los protectores límites del hogar, para no dejar que la impunidad, la injusticia, la falta de solidaridad y la impiedad ocupen sin oposición alguna todos los resquicios del cuerpo social.
En todos lados hay mujeres denunciando, no dispuestas a callarse ni a dejar las cosas como están, porque no deben quedar como están.
La vida debe organizarse con cierto sentido de seguridad, con el espíritu del nido, de la armonía que nazca no de la dominación, ni de mecanismos corruptos, sino a través del solidario pensar en el bien común y en la confianza, donde serán respetados ciertos principios: la libertad, la justicia y la consideración por el otro que es también el camino. Camino que debe quedar abierto para que nazcan y crezcan las venideras generaciones.
Esto se podría lograr a partir de una sensibilidad diferente, dignificando todo aquello que la personalidad humana tiene de femenino, cualidades guardadas en el interior nuestro ser.
Todos tenemos que ir en busca de esa sensibilidad para sanar el lado opuesto. Sin estas dos energías sanas y potencialmente iguales no hay equilibrio posible.