Presentación del mensajero.
Mi nombre es Armando Torres, este es el testimonio de las experiencias por las cuales he pasado, tras haberme involucrado, con un grupo de brujos curanderos de la Sierra Madre Oriental de México.
El responsable de que haya adoptado este camino, fue el célebre antropólogo Carlos Castaneda, autor de una docena de bestsellers, donde relata su propia odisea de aprendizaje en el arte de la brujería.
Carlos nos cuenta en sus libros como, a causa de sus estudios de campo, entró en contacto con un poderoso chaman Yaqui del norte de México llamado don Juan Matus.
Durante trece años se dedicó a investigar el mundo mágico al cual lo introdujo don Juan con la ayuda de sus compañeros.
En el primer contacto que tuvo Carlos con su maestro, aquello que al principio parecía ser un encuentro común con un brujo yerbero, que como muchos otros utilizaba plantas alucinógenas para inducir un estado alterado de conciencia en su aprendiz, resultó ser algo muy distinto.
Carlos desarrolló una doble relación con don Juan y sus compañeros; por una parte, en la conciencia cotidiana, los trató como si fueran sus informantes indígenas, por la otra, en estados alterados de conciencia, recibió de ellos, importante información como aprendiz de brujo.
A partir de su quinto libro, justo después de la partida del nagual Juan Matus y su equipo, la historia da un vuelco inesperado, cuando Carlos empieza a recordar todo lo vivido en la conciencia acrecentada.
En ese estado insólito de conciencia, descubrió que su maestro no era meramente un brujo ordinario, involucrado en los quehaceres de los brujos, sino que pertenecía a una tradición de practicantes, cuyo origen se remontaba a la antigüedad. Supo que don Juan era, además, el nagual, es decir, el líder de un grupo de brujos que perseguían la libertad total, como meta abstracta.
La capacidad de orientar al aprendiz en un estado de conciencia acrecentada es uno de los elementos básicos en la formación de nuevos guerreros en las partidas de brujos.
Logran ese estado cambiando la posición del punto de encaje del discípulo a nuevas áreas de su luminosidad. El resultado de esos cambios es muy parecido a lo que ocurre cuando se utilizan plantas de poder, pero la manipulación deliberada permite un mayor control, de forma que se puede prolongar ese estado inducido de percepción, por mucho más tiempo.
La conciencia acrecentada ha sido descrita de muchas maneras; quizás, la que mejor la explica, es aquella donde consideramos la posibilidad de la existencia del punto de encaje.
De acuerdo con los brujos videntes, el punto de encaje es el centro de la percepción; lo perciben como si fuera un magneto luminoso que está situado en la periferia del campo de energía que circunda el cuerpo físico, a la altura de los omóplatos y más o menos a un brazo de distancia.
Los brujos han aprendido a mover ese punto de luz. A través de la experimentación, vieron que es posible manipular la fijeza de ese punto de diversas maneras.
También aprendieron que era viable hacerlo en terceros.
Saben que sin importar adonde se desplace el punto de encaje, siempre será un área nueva. Vieron que esa característica podía ser usada como el elemento clave en la enseñanza de los aprendices, porque tiene la propiedad de conceder a quien la experimenta, concentración ilimitada en lo que se hace.
Por lo tanto, los maestros utilizan esta maniobra para enseñar, ya que lo que se aprende en ese estado alterado de conciencia queda latente en el receptor. Sin embargo, por su propia naturaleza, la instrucción recibida se transforma en un bloque perceptual de gran intensidad, lo cual constituye un grave problema para la recolección de los eventos vividos.
La instrucción recibida en esos lapsos de conciencia alterada es olvidada, se queda almacenada en un área de nuestro ser total que no es el cerebro.
Es como si el aprendiz hubiera sido puesto en un profundo estado de hipnosis en el momento de recibir la enseñanza, sólo para recordar todo lo ocurrido posteriormente, a través de alguna situación especial o palabra clave, como si fuera una orden post hipnótica.
Tratar de recordar la conciencia acrecentada es como tratar de recordar un sueño; cuanto más se esfuerza uno, mas efímero se vuelve este.
Para recordar ese tipo de experiencia es necesario almacenar suficiente energía. De nada sirve usar la mente lineal para recobrar esas memorias, sólo con energía es posible mover el punto de encaje, para así realinearlo en la posición en que se encontraba en el momento en que se dio la experiencia, que se quiere recordar.
En ese estado especial de conciencia, Carlos aprendió de primera mano los misterios de la brujería. Se hizo consciente de que todo es energía y que es posible utilizar y controlar esa energía.
Los brujos poseen ese conocimiento desde hace miles de años, los pasan de generación en generación, a individuos elegidos por esa misma fuerza impersonal e inexplicable que moldea el Universo.
Para el hombre común y corriente, lo que hacen los brujos es incomprensible. Sus actos desafían la razón y eso, a través de la historia, les ha generado fama de poseer poderes especiales y controlar fuerzas sobrenaturales, que la gente por lo general asocia con la intervención de espíritus maléficos.
Conforme evolucionaba en su instrucción, el joven estudiante de antropología, aún sin estar plenamente consciente de lo que hacía, se adentro en un extraño sistema de conocimiento. Descubrió que la brujería, lejos de ser un conjunto de prácticas absurdas, de maleficios y encantamientos, era en verdad una filosofía de vida muy antigua, ejercida por practicantes extremadamente disciplinados.
Al unir su destino al grupo del nagual, Carlos se enteró que don Juan y sus compañeros eran en verdad, el último remanente de un linaje de conocimiento ancestral que había florecido durante miles de años en lo que actualmente es México y parte de Centroamérica, una cultura única de personas apasionadas por develar el secreto de la existencia.
Esos hombres eran conocidos como toltecas.
Tolteca es el nombre que se le da a cualquiera que sea practicante de las artes que conducen al conocimiento.
Sus quehaceres tienen que ver con investigaciones en el campo del estar consciente de ser, con el control de sí mismos y la manipulación de seres inorgánicos o fuerzas aliadas, como les llaman ellos.
Hasta hoy en día existen, diseminados por todo el país, los descendientes de aquellos antiguos linajes, que siguen el camino y las prácticas de sus antepasados.
Uno de esos grupos son los brujos curanderos, tradición a la cual pertenezco y de la cual se trata este trabajo.
Debido a mi manda, he podido corroborar en gran medida muchos de los desafíos dejados por Carlos. Y aun cuando todavía me encuentro en la fase de recolección de mis experiencias pasadas, he perdido la forma humana y he logrado completar mi cuerpo de ensueño. Esto me ha abierto las puertas de un mundo extraordinario.