Tu mano me sostiene
San Juan 20,1-2-11-18
Los seres humanos enloquecemos por miedo.
Por miedo levantamos murallas, en vez de construir puentes.
Creamos falsos dioses, erigimos monumentos y creamos sistemas que nos aprisionan, perdemos la realidad y nuestra libertad interior.
Detrás de cada conducta errónea, que después hay que asumir, detrás de todo aquello que nos lleva a disociarnos, están los miedos que toman distintos y evocativos rostros.
El miedo nos lastima, nos enferma.
Lo otro es el enemigo, nosotros lo bueno, lo otro lo malo. Creamos sistemas de defensa, siempre en alerta.
En vez de aflojarnos nos endurecemos y nos quebramos.
El miedo sigue incrementándose, formando bloques aislantes .Los puentes se acortan, se diluyen.
El amor que es blando, cálido y fluyente, desaparece tras innumerables máscaras, hasta no saber quienes somos, e ignorantes luchamos contra nuestras propias creaciones.
La palabra y el hecho de luchar habría que suprimirlo de nuestra cotidianidad, no se puede luchar contra nada y mucho menos contra nosotros mismos
Toda lucha es lineal, frontal, sin alternativas En la lucha algo tiene que desaparecer.
Hay que encontrar un pensamiento, una forma mas redondeada, más contenedora para desanudar los temores, para poder encontrar el origen, que a veces, o casi siempre viene de lejos. En su momento es posible que tuvieran una razón de ser, pero no podemos seguir llevando pesares desconocidos en la mochila.
No capitular ante el temor, que solo nos lleva a la mediocridad, y nos transforma en victimas. Hay que reconocerlo, mirarlo de frente. El correr pequeños riesgos es parte esencial de la cura.
Hacer aquello que nos colme de vida y regocijo.
Lo que se hace sin alegría y entusiasmo no sirve.
El disfrutar mueve hacia lo luminoso.
Cualquier tarea se puede transformar en un acto creativo o transformarse en una pesada rutina.
Renunciar al control. Todo sabe mejor cuando uno se entrega y se deja fluir.
Conectarse con aquello que sabe y nos sostiene que vive en nosotros y a través de nosotros, que puede vivenciarse en el aquietamiento, que lentamente va disolviendo los enquistados miedos.
Poder pasar de lo intrascendente a lo transcendente y ser feliz bajo las alas de aquello que nos mueve e ir de esa mano que nos guía y nos sostiene.
Esther Moro
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lunes, 22 de noviembre de 2010
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