martes, 2 de enero de 2018

 EL  ESCRITOR Y SU TIEMPO   


                                 EL  ESCRITOR Y SU TIEMPO    (1)



El  escritor como todo ser humano no puede sustraerse a su tiempo. El tiempo que le toca son los barrotes  que debe transcender, sin eludirlos.

  La palabra nunca alcanza cuando el creador tiene que hacer coincidir su interioridad,” su cosa,” con el mundo que lo circunda, su tiempo. Entonces tiene que tomar la palabra como arcilla para darle esa forma que desea, esa forma que tiene que ir de la oscuridad a la luz

 Para esto un escritor tiene que abrir las puertas de sí mismo, tiene que abordar sus propias tinieblas. Tiene que abordar su “cosa” en el decir de: Roland Barthes, y esto nace de su cuerpo de su historia por generaciones, de su  mitología secreta. Toda esa subjetividad  que está más allá de todo lenguaje, es una posición que todo quien escribe debe tomar frente a ella. Abrir esas puertas hacia uno mismo requiere de valor pues consiste en llegar al límite, después de pasar por todas las etapas que nos impone el tiempo en que se vive, hasta poder asumir  la sombra. En ese transcenderse se entra en el misterio de la universalidad, en el entendimiento de las verdaderas leyes de ese tiempo. En otras palabras es vaciarse de prejuicios, de dogmas y otras creencias  que nos tienen atados a las circunstancias de cómo fuimos entrenados

 Cada época tiene un maravilloso caudal de cosas nuevas que hay que desmenuzar y entender

.En esa libertad,  con esa fluidez se navega en el no tiempo, en ese estadio  más allá del tiempo.

El escritor tiene que ir más allá de la superficie, para esto tiene que entender su propia naturaleza oculta. Tiene que encontrar ritmo, su ritmo, ese único resplandor divino de belleza que le pertenece,  a pesar de que  con esa belleza tenga que expresar el fango más espeso, y  es por eso que tiene que saber del  fango  y el porqué de ese fango.

Su obra tiene que exhalar un cierto olor salvaje de ese lugar primigenio y ser también completamente nuevo y original.

Crear no es fácil, porque como ya dije, la palabra no alcanza. No es contar la realidad como una crónica sino tomar su esencia y recrearla.

La persona que juega con  las palabras busca traducirse, saberse, darse y participar en el tiempo evolutivo que le toca vivir. De esa manera se testimonia y testimonia su tiempo. El fin no tiene que ser  atestiguar su tiempo  sino como pasa a través de él. A veces lo hace solamente  como espectador,  otra revoluciona destruyendo formas arcaicas y edifica una utopía en el presente en busca de posibles futuros.

Escribir exige transformaciones personales que dejan suspendido a un ser humano en los umbrales del poder y la magia.

Un papel en blanco siempre desafía al poder del que escribe, su logro: es magia        Rosa Esther Moro 2015-08-05

Seda


SEDA

                                           Nouvelle

                                      Alessandro Baricco

                                      (Turín 1958)  

                                       

“Seda es  una historia, no una novela, no un cuento”  así lo define su autor, que envuelve al lector, porque es tan precisa y leve como seda. Toda la historia es una metáfora de la seda, semejante textura tan solo la consigue alguien con un talento extraordinario, para encontrar el ritmo que transmite tal sensualidad.

Sorprende la exactitud de la palabra.

Una palabra describe un mundo, relata una vida, nos muestra un paisaje. No hay palabras demás, no hay por donde escaparse, es la palabra exacta y la que no se dice, va por dentro.

Alesssandro Baricco  es autor también  de las novelas “Océano Mare” (Premio Viarregio) la cual también nos deja la sensación  de haber estado inmerso en el océano; “Castelli di rabia” (premio Selezione Campiello  y Prix Médicis Éxtranger);  del monólogo Novencento y de un ensayo sobre la relación entre música y modernidad;  “L’ anima di Hegel e le mucche de Wisconsin “.

Seda fue un éxito rotundo en Italia, y en los países donde fue traducida.

Baricco dirigió un programa que invitó  a los italianos a reencontrarse con placer de la lectura; en 1994 fundó  en Turín una escuela de “técnicas de escritura” llamada Holden  (como homenaje a Salinger). Es uno de los grandes escritores italianos de la actualidad, que trae en su expresión la vitalidad y lo novedoso de las nuevas generaciones.

Rosa Esther Moro

jueves, 25 de noviembre de 2010

La Mentira

La mentira se escurrió como agua por las hendijas que por falta de observación se dejaron sin reparar; busca el ropaje adecuado y se infiltra expandiéndose como mancha de humedad por el antiguo reino de los Vaasvida, que según los legendarios relatos era sostenido por los cuatro elefantes blancos de la verdad, la benevolencia, la sabiduría y la alegría.
Allí las palabras tenían valor real, todo era nombrado en su idioma original, por eso nadie vivía confundido.
Esta casual mentira llegó hasta el buen pero ingenuo rey Talik que la acepto fascinado como una verdad absoluta, y así cambió ciertas disposiciones en la manera de manejar el reino. Todo comenzó a cambiar; la mentira ocupa sin resistencias los más íntimos lugares del reino, con ellas llegaron sus hermanas, porque como es sabido una mentira trae a la otra.
Así fue como se destruyo el amor sagrado de Dará y Falin los padres primordiales que se mantenían vivos en los lugares de la eternidad en los límites del sur, donde eran venerados. Ellos eran el ejemplo y ejemplo de la comunidad y como modelo de amor habían transcendido las fronteras del reino, resonando en todo el universo.
Los elefantes que sostenían ese mundo fueron olvidados.
Pasadas las generaciones ya nadie supo de lo verdadero, lo único que sabían era que se sentían cada vez más vacíos y confundidos.
Un día de no sé que año se advirtió que comenzaba otro tiempo porque el sol, que no se llamaba así, porque con las mentiras había perdido su nombre, le crecieron dos pequeños soles. Hubo un aumento de la luz que comenzó a reflejarse en la mirada de los vaivadenses que ya no eran tan frías y ausentes.
Inesperadamente la gente sin percatarse de ello fue recuperando la mirada.
Fue así que un muchacho llamado Raix, buscando descanso se tumbó bajo un árbol e hizo algo no habitual como mirar y ver. Al ver encontró entre la hojarasca dónde estaba tendido una piedrecilla que lo deslumbro con luz ambarina. La toma entre sus manos y se apropia de ella, de tanto compartir con la piedra todos sus momentos nace la extraña relación de maestro y discípulo.
La piedra le enseño a viajar hacia su centro esencial, porque para conocerla a ella tuvo que conocer a su propio estado mineral; al observarse a si mismo, Raix comenzó a descubrir la verdad.
La encuentra a esa verdad suya disminuida y oculta ante tanta mentira, de a poco la va reconstruyendo y la atesora como lo más valioso de su nueva existencia, aunque a veces se sienta un poco solo.
El sabía, porque con este trabajo fue adquiriendo sabiduría que con su sola verdad no bastaba para salir del caos que produjo la mentira. Tenía que enseñar a otros a reconocer sus propias verdades. Así lo hizo y todos respondieron con rapidez y comenzaron a vivir entre alborozados y sorprendidos al ver como los velos caían y los monumentos de la mentira se venían abajo rápidamente porque no tenían sustento.
La mentira desesperada lo intentó todo para poder agazaparse nuevamente, pero la verdad que llegaba de cada vaivadense fue como un viento rutilante que iluminaba las sombras y que devolvía el nombre verdadero a todo lo viviente y no viviente de esos territorios del reino de Vaaisveda, fueron resucitando de su olvido y el sol brilló en ese continente con su nombre recuperado con sus dos hijos y Raix transformado en maestro fue consejero del Rey Talik bisnieto de aquel bisabuelo sin discernimiento que fue engañado por la mentira.
Rosa Esther Moro (nov.2005)

lunes, 22 de noviembre de 2010

Soy feliz a la sombra de tus alas

Tu mano me sostiene
San Juan 20,1-2-11-18

Los seres humanos enloquecemos por miedo.
Por miedo levantamos murallas, en vez de construir puentes.
Creamos falsos dioses, erigimos monumentos y creamos sistemas que nos aprisionan, perdemos la realidad y nuestra libertad interior.
Detrás de cada conducta errónea, que después hay que asumir, detrás de todo aquello que nos lleva a disociarnos, están los miedos que toman distintos y evocativos rostros.
El miedo nos lastima, nos enferma.
Lo otro es el enemigo, nosotros lo bueno, lo otro lo malo. Creamos sistemas de defensa, siempre en alerta.
En vez de aflojarnos nos endurecemos y nos quebramos.
El miedo sigue incrementándose, formando bloques aislantes .Los puentes se acortan, se diluyen.
El amor que es blando, cálido y fluyente, desaparece tras innumerables máscaras, hasta no saber quienes somos, e ignorantes luchamos contra nuestras propias creaciones.
La palabra y el hecho de luchar habría que suprimirlo de nuestra cotidianidad, no se puede luchar contra nada y mucho menos contra nosotros mismos
Toda lucha es lineal, frontal, sin alternativas En la lucha algo tiene que desaparecer.
Hay que encontrar un pensamiento, una forma mas redondeada, más contenedora para desanudar los temores, para poder encontrar el origen, que a veces, o casi siempre viene de lejos. En su momento es posible que tuvieran una razón de ser, pero no podemos seguir llevando pesares desconocidos en la mochila.
No capitular ante el temor, que solo nos lleva a la mediocridad, y nos transforma en victimas. Hay que reconocerlo, mirarlo de frente. El correr pequeños riesgos es parte esencial de la cura.
Hacer aquello que nos colme de vida y regocijo.
Lo que se hace sin alegría y entusiasmo no sirve.
El disfrutar mueve hacia lo luminoso.
Cualquier tarea se puede transformar en un acto creativo o transformarse en una pesada rutina.
Renunciar al control. Todo sabe mejor cuando uno se entrega y se deja fluir.
Conectarse con aquello que sabe y nos sostiene que vive en nosotros y a través de nosotros, que puede vivenciarse en el aquietamiento, que lentamente va disolviendo los enquistados miedos.
Poder pasar de lo intrascendente a lo transcendente y ser feliz bajo las alas de aquello que nos mueve e ir de esa mano que nos guía y nos sostiene.


Esther Moro
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jueves, 11 de marzo de 2010

La Tierra fuente De Poder

Los humanos fuimos perdiendo a la tierra y a toda esa vida que la frecuenta, como fuente de poder.
Y no estoy hablando de los recursos que nos alimentan, nos nutren y que permiten la vida, recursos que lentamente y sin conciencia dilapidamos.
Pertenecemos a la Tierra, somos la Tierra, no somos ni más ni menos, que los otros reinos y elementos que la componen. No somos entes aislados, la fuerza que nos sostiene, sostiene a todos sus hijos por igual.
El ser humano tiene capacidades, que los otros reinos no tienen, pero esos otros reinos, mineral, vegetal y animal tienen capacidades que nosotros carecemos. Podemos acaso volar como un ave, tenemos el olfato de un perro o un felino o como la araña tejer de su propia sustancia y toda la vida es así, cada cual con su don.
Lo mineral, lo vegetal, lo animal, fue puesto a nuestra disposición para ayudarnos a construir nuestro poder, para adquirir el conocimiento de aquello que no sabemos para vivir armónicamente en este planeta, para que la Tierra sea ese paraíso que perdimos al volvernos independientes, algo necesario para tomar conciencia de quién somos, pero no para olvidarnos de donde somos y para que estamos aquí.
No en vano nuestros antepasados se agrupaban en torno de un animal, del que recibían enseñanzas e inspiración Los elementos, el modo de girar de la brisa, la forma de una nube, el graznido o gorjeo de un pájaro, todo estaba para ellos cargados de significación y belleza.
La poesía era algo intrinsico en sus vidas. El mundo objetivo y subjetivo vividos sin alternancias, que es como decir Dios en cada gesto, que es decir enteros, unidos y poderosos y eficaces, tomando el conocimiento del lugar acertado, construyendo sin destruir.
Don Juan Matus le dice su discípulo: pasa por la vida con mucho cuidado, tocando solo lo que es indispensable.
Toda la maravilla que nos circunda fue puesta a nuestra disposición, pero todo lo que tiene vida sufre, así que tenemos acordarnos de ver a lo otro y tratar de dañar lo menos posible, para esto tenemos que ejercitarnos, en algo que cada vez nos parece mas difícil, aunque mucho hablamos de ello, que es el amor. Con amor a todo aquello que nos es próximo, que es nuestro planeta con la vida que contiene, nos conectamos con la semejanza. Al amar toda la vida se abre como un capullo y nos entrega su fuerza maravillosa, sino somos autómatas, sombras miserables caminando hacia el destierro.

Esther Moro

lunes, 2 de noviembre de 2009

Salvadores

A veces buscamos afuera lo que nunca estuvo allí. Eso que creemos que está fuera, siempre estuvo dentro nuestro.
Vamos tejiendo una tela que nos lleva a una desconexión con nuestro interior, y por lo tanto con lo esencial. Ponemos en otros, capacidades, virtudes, defectos, nuestra particular mirada de la vida.
Entregamos fácilmente esa luz, esa única luz que nos pertenece.
Así perdemos certezas, vulnerables, necesitados, esperando que nos guíen, que nos adopten, que nos acepten, que nos amen. Aceptamos migajas cuando podemos participar del banquete.
Todo está puesto en el afuera, en el deseo que crea el afuera. Es ser creativo, se reprime, se va durmiendo.
Se esperan salvadores que nunca llegan.
Se cambian de creencias, de maestros. El poder siempre está en el otro hasta en los extraterrestres. La culpa de nuestras frustraciones, la tienen los padres, la sociedad, las vidas pasadas, etc. etc.
Sé que otras formas de vida, lo sé por analogía, por observar y percibir la vida que me entorna. Sé que hay seres de evolución maravillosa, seres con dones, seres a los que hay que escuchar, pero aprendí que nadie va a hacer mi tarea por mí, ese es mi legado divino.
Aquello que nos sucede nos pertenece.
Las distintas etapas de nuestra vida con sus riquezas y miserias, nos pertenece. Es nuestro bagaje.
Obviar aquello que nos aconteció y creamos es quitarnos poder, ¿Qué somos si no valoramos nuestra vida?, Nada.
Todo aquello con lo que nos relacionamos nos trae un mensaje de nosotros mismos, que es bueno escuchar pues allí reside toda nuestra potencia.


esther

jueves, 22 de octubre de 2009

Nuestra Vida

“nuestra vida es el instrumento con el cual experimentamos la verdad.

TIC NAT HANIA

La transformación del mundo es la transformación de uno mismo.

Lo que llamamos mundo esta formado por acuerdos, alguno se remontan a tiempos inmemoriales. Si comenzamos a romper con discernimiento esos acuerdos limitadores, por otros más resonantes con lo verdadero, vamos, desde nuestra intimidad, a crear ese mundo reclamado.

Estamos aquí para crear el reino de los cielos.

Uno mismo es producto y parte del proceso total de la existencia. Para poder transformarse es esencial saber quién se es.

Revolucionar es lo más arduo, porque exige una constante autobservación, que cuando es sincera, suele ser dolorosa. No somos lo que creemos.

Con ese observar puede que algo cambiemos. Con esos mínimos cambios, vamos construyendo un sueño diferente.

Crear lo imposible es ir detrás de un sueño diferente.

Aceptar la experiencia limitadora de la materia no es fácil y eliminar creencias que parecen sostenernos, tampoco.

En las contradicciones, en lo paradojal es donde realizamos nuestro ser creador.

No hay métodos, si herramientas que hagan reflexionar, como los mitos y antiguos relatos, los libros sagrados, la poesía y sobre todo en la naturaleza, y el estar alerta para entender de donde provienen nuestro proceder.

.No hay maestros, porque eso implica el afuera, el seguir una autoridad. El trabajo consiste, en seguir a nuestra propia autoridad para poder revelar nuestra insignificante parte de la verdad, que es la voluntad de lo que nos excede.

Solo en esa libertad puede existir el espíritu creativo.

Somos hechos a imagen y semejanza, esa semejanza es la que debemos tratar de alcanzar.

En esa búsqueda del conocimiento propio hay que vivenciar que somos únicos e irrepetibles. Nuestra singularidad es lo más valioso que poseemos, porque nos demuestra el porque del existir. El bienestar mana de esa fuente.

Esther Moro

“Sigue tu dicha y el universo te abrirá puertas donde solo había muros.”

Joseph Campbell