El erotismo y el odio
El erotismo como cualidad intrínseca al amor, convoca a lo tenue, a lo que
se desliza, a lo blando, a la no resistencia.
Disuelve aristas, redondea formas, se deja ir sin resistencias. Viaja a lo
que es.
Lo erótico disfruta de la belleza, de lo sensual y su resultado es el
placer, la creación.
El arte es la consecuencia del
erotismo. No hay arte sin erotismo; lo sensual desata eso que Eros guarda para
los humanos.
En una oportunidad hace tiempo, escuche una interpretación musical, bien
realizada, pero la interprete no sentía lo que estaba ejecutando, su música paso desapercibida entre la audiencia. Así que
no dio nada.
El erotismo impulsa a dar.
La naturaleza y el universo todo se manifiestan eróticamente, pero es el humano quién tiene conciencia de tal
cualidad, y pienso
que es por eso de que estamos hechos a imagen y semejanza.
Todo
artista remeda al creador y busca traer el cielo y el infierno a la tierra, que
es decir el conocimiento divino.
El erotismo
es todo lo que manifestamos en la vida,
porque nuestro paso por ella tiene que ver en con el aprendizaje del amor y por
eso es una expresión de nuestro hacer espiritual. El místico en su arrebato contemplativo se expresa a través
del erotismo, como no lo hace saber
Santa Teresa de Ávila: “Sed alegres hijas mías, y vivan eróticamente el amor
divino” Ella nos describe sus éxtasis como algo corporal, localizado más abajo del
vientre.
El odio
El odio es
uno de los opuestos del erotismo, el otro es el miedo que suele ser un producto de ese odio. Porque el odio tiene
muchos rostros y el miedo también.
Hay un
miedo natural, hasta necesario, diría, y
que no ese miedo que vamos produciendo y que se hace nuestra sombra.
Para estar eróticamente en la vida hay que dejar
ir a los miedos, hay que dejar de querer
controlarlo todo. Uno de los miedos más profundos es el de perder el control. En el amor
desequilibrarse un poco es necesario, es tener equilibrio, esto lo escuche en
la película:”Comer, Rezar, y Amar” en la palabra del maestro de Bali,
dirigiéndose a la buscadora interpretada por Julia Roberts.
El odio es un
lugar cerrado, refractario de toda luz. Es filoso y duro y se desparrama como
aceite quemado que sombrío va afectando los poros de la vida. De esto se tiene poca conciencia, vive en la
oscuridad por
Tanto
produce miedo
Tiene
metas, se arrastra por tabernáculos del
pasado, en vez el erotismo vuela hacia el futuro, porque crea. Crea en
el presente pero el destinatario es el futuro.
Odio y
erotismo no pueden convivir en el mismo espacio. En cuanto el erotismo toca el
odio lo disuelve con su enorme capacidad de producir placer y alegría.
Pero el
odio como todas las emociones hay que conocerlas en esta vida o en otras. Es
necesario porque tienen que ver con
nuestra condición de humanos creadores y al conocerlas y transmutarlas según la
necesidad, se transforman en valiosas herramientas de evolución.
LA IRA
La ira
impulsada por la agresividad, lleva hacia adelante ese deseo de aniquilar aquello
que nos enfrenta.
Pero la
agresividad no es sinónimo de ira. La agresividad es lo que
impulsa y lleva hacia adelante
cualquier situación.
Una persona agresiva puede no ser iracunda,
pero una iracunda si expresa su ira con ímpetu es agresiva, si la masculla, no.
La ira es pariente del odio, aunque es algo más
espontaneo, irreflexivo y carente de
sosiego. Es arrebato. Mata al que la padece, tanto como al destinatario. Es un
relámpago amargo que esconde falta de satisfacción.
El iracundo
siempre vuelve al pasado, allí donde fue herido. Esa herida puede ser no
consciente en el presente, pero la ira
se desprende de esa herida cuando se la vuelve a tocar.
La ira
tampoco es manifestar enojo dada la circunstancia, esto es hasta
beneficioso, pues un enojo reprimido y
constante puede desembocar en ira o enfermedad. Dicen que la depresión tiene
ese origen, enojos no manifestados, ira reprimida que va destructiva hacia uno
mismo.
Donde hay
ira no florece la felicidad. La felicidad tanto como sentimiento o
como camino elegido no puede resultar de la ira, el descontento continuo, la
crítica, la envidia, la manipulación, la
falta del real ser. Consecuencia de la
falta aceptación, o ignorancia de quienes somos.
Esto nos
lleva a una ceguera que nos vuelve autómatas, sin poder reconocer el
maravilloso regalo que se nos dio: la vida. Una vida para el aprendizaje de
nosotros mismos y lo otro, para dejar nuestra huella y levantar puentes. Una vida para gozarla como una fiesta a pesar de los obstáculos que debamos sortear.
LA ENVIDA
La envidia
es otro de los sentimientos que nos alejan de todo eso que deriva del amor, la
alegría, la felicidad y la salud.
Es pequeña,
se arrastra, y puede comenzar con un enojo hacia otra persona por lo que posee,
o cree que posee otra persona. Esta mezquindad nos habla de una total pobreza
interior y cuando crece busca dañar a ese otro y quitarle lo que posee. Busca
ser el otro. Razón imposible porque nadie puede ser el otro, por eso de que
somos únicos e irrepetibles.
La persona
que padece de envida, nunca encuentra satisfacción, porque esta emoción
proviene de un vacío interior, de la incapacidad de crear sus propios
contenidos, una estructura que de suficiente seguridad. No logro un objeto
interno bueno, según Melanie Klein,
psiquiatra especializada en la niñez, donde nos dice que nacen estos conflictos
al no internalizar un pecho materno bueno.
La envidia
se relaciona con la codicia, con la avidez. Esta última no solo se refiere a bienes materiales como
la codicia, sino que desata ansías
irrefrenables de conocimientos, de éxito, de reconocimiento, de comida
(gula) y todo aquello que pueda ser exprimido. El que padece de todo esto, puede llegar a
recurrir a cualquier extremo en lo exterior para conseguir lo que le apetece, o
quedarse a la vera del camino, siendo solo cáscara con una enorme sombra
resolviéndose hacia la disolución de su ser.
No es raro
que en esta época el imaginario produzca tanto de vampiros, zombis y otros
especímenes; vivimos en una sociedad que nos expone a todos esos males y lo
monstruoso refleja sus formas sin reparo. Esto no es tan malo, siempre que lo
podamos ver, no solo afuera sino como se espeja en nosotros mismos.
Con estos estiletes punzando nuestras
entrañas, perdemos ese milagro que es la vida, de la que ya hable. Instauramos
el infierno.
Todo esto
se produce como todas las adicciones a las que somos propensos los humanos, por
no encontrarle sentido a la vida, por no estar conectados a la fuente de donde
partimos.
Solo
reconociendo quienes somos, observándonos hacia adentro y encontrando el amor
que nos permite ser y amarnos con todo lo que somos y no con lo creemos que
somos, porque nos lo dijeron, porque nos domesticaron, podremos de dejar atrás
todo a lo que uno se aferra y que no
tiene ninguna consistencia.
Si no se
reconoce lo sombrío, lo miramos y lo aceptamos como parte de nuestro bagaje
energético y lo equilibramos con aquello
que está relacionado con la generosidad
que es la gratitud y que nace de ese
amor que vinimos a experimentar.
Sin ese
equilibrio no logra existir ese asombroso erotismo creador.
No hay placer, no hay magia, no hay felicidad.
La luz de
la vida se atenúa. No hay que dejar que se apague, sino solo seremos máquinas
parlantes, matándose entre sí y a nadie
le va importar si desaparecemos como especie, al contrario para la vida
original y natural del planeta, sería una dicha sacarse el estorbo que somos.
Rem ( Rosa
Esther Moro)
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