martes, 2 de enero de 2018

  El erotismo y el odio

  El erotismo y el odio

El erotismo como cualidad intrínseca al amor, convoca a lo tenue, a lo que se desliza, a lo blando, a la no resistencia.
Disuelve aristas, redondea formas, se deja ir sin resistencias. Viaja a lo que es.
Lo erótico disfruta de la belleza, de lo sensual y su resultado es el placer, la creación.
 El arte es la consecuencia del erotismo. No hay arte sin erotismo; lo sensual desata eso que Eros guarda para los humanos.
En una oportunidad hace tiempo, escuche una interpretación musical, bien realizada, pero la interprete no sentía lo que estaba ejecutando, su música  paso desapercibida entre la audiencia. Así que no dio nada.
El erotismo impulsa a dar.
La naturaleza y el universo todo se manifiestan eróticamente, pero es  el humano quién tiene conciencia de tal cualidad, y pienso que es por eso de que estamos hechos a imagen y semejanza.
Todo artista remeda al creador y busca traer el cielo y el infierno a la tierra, que es decir el conocimiento divino.
El erotismo  es todo lo que manifestamos en la vida, porque nuestro paso por ella tiene que ver en con el aprendizaje del amor y por eso es una expresión de nuestro hacer espiritual. El místico en  su arrebato contemplativo se expresa a través del erotismo, como no lo   hace saber Santa Teresa de Ávila: “Sed alegres hijas mías, y vivan eróticamente el amor divino” Ella nos describe sus éxtasis como  algo corporal, localizado más abajo del vientre.

El odio

El odio es uno de los opuestos del erotismo, el otro es el miedo que suele ser un  producto de ese odio. Porque el odio tiene muchos rostros y el miedo también.
Hay un miedo natural, hasta necesario, diría,  y que no ese miedo que vamos produciendo y que se hace nuestra sombra.
Para  estar eróticamente en la vida hay que dejar ir a los miedos, hay que dejar de  querer controlarlo todo. Uno de los miedos más profundos es  el de perder el control. En el amor desequilibrarse un poco es necesario, es tener equilibrio, esto lo escuche en la película:”Comer, Rezar, y Amar” en la palabra del maestro de Bali, dirigiéndose a la buscadora interpretada por Julia Roberts.
 El odio es un lugar cerrado, refractario de toda luz. Es filoso y duro y se desparrama como aceite quemado que sombrío va afectando los poros de la vida.   De esto se tiene poca conciencia, vive en la oscuridad por
Tanto produce miedo
Tiene metas, se arrastra por tabernáculos del  pasado, en vez el erotismo vuela hacia el futuro, porque crea. Crea en el presente pero el destinatario es el futuro.
Odio y erotismo no pueden convivir en el mismo espacio. En cuanto el erotismo toca el odio lo disuelve con su enorme capacidad de producir placer y alegría.
Pero el odio como todas las emociones hay que conocerlas en esta vida o en otras. Es necesario  porque tienen que ver con nuestra condición de humanos creadores y al conocerlas y transmutarlas según la necesidad, se transforman en valiosas herramientas de evolución.

   LA IRA
La ira impulsada por la agresividad, lleva hacia adelante ese deseo de aniquilar aquello que nos enfrenta.
Pero la agresividad no es  sinónimo de ira.  La agresividad  es lo que  impulsa y  lleva hacia adelante cualquier situación.
 Una persona agresiva puede no ser iracunda, pero una iracunda si expresa su ira con ímpetu es agresiva, si la masculla, no.
La ira  es pariente del odio, aunque es algo más espontaneo, irreflexivo y  carente de sosiego. Es arrebato. Mata al que la padece, tanto como al destinatario. Es un relámpago amargo que esconde falta de satisfacción.
El iracundo siempre vuelve al pasado, allí donde fue herido. Esa herida puede ser no consciente en  el presente, pero la ira se desprende de esa herida cuando se la vuelve a tocar.
La ira tampoco es manifestar enojo dada la circunstancia, esto es hasta beneficioso,  pues un enojo reprimido y constante puede desembocar en ira o enfermedad. Dicen que la depresión tiene ese origen, enojos no manifestados, ira reprimida que va destructiva hacia uno mismo.
Donde hay ira no florece la felicidad.  La felicidad tanto como sentimiento o como camino elegido no puede resultar de la ira, el descontento continuo, la crítica, la  envidia, la manipulación, la falta del real ser.  Consecuencia de la falta aceptación, o ignorancia de quienes somos.
Esto nos lleva a una ceguera que nos vuelve autómatas, sin poder reconocer el maravilloso regalo que se nos dio: la vida. Una vida para el aprendizaje de nosotros mismos y lo otro, para dejar nuestra huella y levantar puentes.  Una vida para  gozarla como una fiesta a pesar  de los obstáculos que debamos sortear.

LA  ENVIDA
La envidia es otro de los sentimientos que nos alejan de todo eso que deriva del amor, la alegría, la felicidad y la salud.
Es pequeña, se arrastra, y puede comenzar con un enojo hacia otra persona por lo que posee, o cree que posee otra persona. Esta mezquindad nos habla de una total pobreza interior y cuando crece busca dañar a ese otro y quitarle lo que posee. Busca ser el otro. Razón imposible porque nadie puede ser el otro, por eso de que somos únicos e irrepetibles.
La persona que padece de envida, nunca encuentra satisfacción, porque esta emoción proviene de un vacío interior, de la incapacidad de crear sus propios contenidos, una estructura que de suficiente seguridad. No logro un objeto interno bueno, según  Melanie Klein, psiquiatra especializada en la niñez, donde nos dice que nacen estos conflictos al no internalizar un pecho materno bueno.
La envidia se relaciona con la codicia, con la avidez. Esta última  no solo se refiere a bienes materiales como la codicia, sino que desata  ansías irrefrenables de conocimientos, de éxito, de reconocimiento, de comida (gula)  y todo  aquello que pueda ser exprimido.  El que padece de todo esto, puede llegar a recurrir a cualquier extremo en lo exterior para conseguir lo que le apetece, o quedarse a la vera del camino, siendo solo cáscara con una enorme sombra resolviéndose hacia la disolución de su ser.
No es raro que en esta época el imaginario produzca tanto de vampiros, zombis y otros especímenes; vivimos en una sociedad que nos expone a todos esos males y lo monstruoso refleja sus formas sin reparo. Esto no es tan malo, siempre que lo podamos ver, no solo afuera sino como se espeja en nosotros mismos.
  Con estos estiletes punzando nuestras entrañas, perdemos ese milagro que es la vida, de la que ya hable. Instauramos el infierno.
Todo esto se produce como todas las adicciones a las que somos propensos los humanos, por no encontrarle sentido a la vida, por no estar conectados a la fuente de donde partimos.
Solo reconociendo quienes somos, observándonos hacia adentro y encontrando el amor que nos permite ser y amarnos con todo lo que somos y no con lo creemos que somos, porque nos lo dijeron, porque nos domesticaron, podremos de dejar atrás todo a  lo que uno se aferra y que no tiene ninguna consistencia.
Si no se reconoce lo sombrío, lo miramos y lo aceptamos como parte de nuestro bagaje energético  y lo equilibramos con aquello que está relacionado con  la generosidad que es la gratitud  y que nace de ese amor que vinimos a experimentar.
Sin ese equilibrio no logra existir ese asombroso erotismo creador.
 No hay placer, no hay magia, no hay felicidad.
La luz de la vida se atenúa. No hay que dejar que se apague, sino solo seremos máquinas parlantes, matándose entre sí  y a nadie le va importar si desaparecemos como especie, al contrario para la vida original y natural del planeta, sería una dicha sacarse el estorbo que somos.

Rem  (  Rosa Esther Moro)

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