EL
ESCRITOR Y SU TIEMPO (1)
El escritor como todo ser humano no puede
sustraerse a su tiempo. El tiempo que le toca son los barrotes que debe transcender, sin eludirlos.
La palabra nunca alcanza cuando el creador
tiene que hacer coincidir su interioridad,” su cosa,” con el mundo que lo
circunda, su tiempo. Entonces tiene que tomar la palabra como arcilla para
darle esa forma que desea, esa forma que tiene que ir de la oscuridad a la luz
Para esto un escritor tiene que abrir las
puertas de sí mismo, tiene que abordar sus propias tinieblas. Tiene que abordar
su “cosa” en el decir de: Roland Barthes, y esto nace de su cuerpo de su
historia por generaciones, de su mitología
secreta. Toda esa subjetividad que está
más allá de todo lenguaje, es una posición que todo quien escribe debe tomar
frente a ella. Abrir esas puertas hacia uno mismo requiere de valor pues
consiste en llegar al límite, después de pasar por todas las etapas que nos
impone el tiempo en que se vive, hasta poder asumir la sombra. En ese transcenderse se entra en
el misterio de la universalidad, en el entendimiento de las verdaderas leyes de
ese tiempo. En otras palabras es vaciarse de prejuicios, de dogmas y otras
creencias que nos tienen atados a las
circunstancias de cómo fuimos entrenados
Cada época tiene un maravilloso caudal de
cosas nuevas que hay que desmenuzar y entender
.En esa
libertad, con esa fluidez se navega en
el no tiempo, en ese estadio más allá
del tiempo.
El escritor tiene
que ir más allá de la superficie, para esto tiene que entender su propia
naturaleza oculta. Tiene que encontrar ritmo, su ritmo, ese único resplandor
divino de belleza que le pertenece, a
pesar de que con esa belleza tenga que
expresar el fango más espeso, y es por
eso que tiene que saber del fango y el porqué de ese fango.
Su obra tiene que
exhalar un cierto olor salvaje de ese lugar primigenio y ser también
completamente nuevo y original.
Crear no es fácil,
porque como ya dije, la palabra no alcanza. No es contar la realidad como una
crónica sino tomar su esencia y recrearla.
La persona que
juega con las palabras busca traducirse,
saberse, darse y participar en el tiempo evolutivo que le toca vivir. De esa manera
se testimonia y testimonia su tiempo. El fin no tiene que ser atestiguar su tiempo sino como pasa a través de él. A veces lo
hace solamente como espectador, otra revoluciona destruyendo formas arcaicas
y edifica una utopía en el presente en busca de posibles futuros.
Escribir exige
transformaciones personales que dejan suspendido a un ser humano en los
umbrales del poder y la magia.
Un papel en
blanco siempre desafía al poder del que escribe, su logro: es magia Rosa Esther Moro 2015-08-05
Lo único que me produce un no sé qué, es la función en total soledad que ejercemos para escribir. Igual aguante Esther!
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